De lunes a sábados iba al gimnasio cerca de la casa. Iniciaba mi rutina a las 5 a.m. y finalizaba hasta que el reloj marcara las 7 a.m. En un día cualquiera, luego de terminar la sesión de ejercicios, me dirigí al baño de hombres para cambiarme como usualmente lo hacía. En esa mañana no asistieron muchas personas, por tanto, había un poco más de espacio en los vestidores y el baño. Me senté en la banca rectangular que estaba ubicada en una de las esquinas y puse la maleta en el piso. Me quedé sin hacer nada durante varios minutos. Estaba super rendido. En ese momento, entró alguien nuevo e hizo lo mismo.
—¿Estás cansado? — preguntó repentinamente.
—Si, más que los otros días — respondí con tono amigable como si lo conociera desde antes.
—Yo quedé totalmente destruido. Es mi primera vez en este gimnasio y creo que, me esforcé demasiado — dijo.
—¿No se te bajó la presión? — pregunté con el ceño fruncido.
—Ole tío… casi me desmayo. ¿Cómo sabéis? — afirmó tratando de imitar un acento castellano.
—Suele suceder en los primeros días. Después te acostumbras — respondí.
—Ojalá avance rápido la semana — contestó.
—Lo dudo —afirmé en tono sarcástico y luego sonreí.
—Yo también. Por cierto, ¿Cuál es tu nombre? — cuestionó.
—Lo siento. No me había presentado. Mi nombre es Luis, ¿y el tuyo? — dije.
—Discúlpame a mí. Yo fui quien inició la charla. Me llamo Carlos — respondió.
—¿Vives cerca? — cuestioné.
—Pues… algo. Resido de 10 a 15 minutos de aquí en auto. Vengo a este gimnasio por recomendación. ¿Y vos? — dijo.
—Yo si vivo muy cerca. Casi vecino del gym — argumenté con rostro risueño.
—Contadme… ¿Qué haces? — preguntó.
—Actualmente estudio una ingeniería en el MET por las tardes — dije.
—¡En serio! ¿En el MET? Entonces eres cerebrito — dijo en tono irónico.
—¿Y vos? — pregunté.
—Estudio contaduría en la UDE. Pero no me va bien, no sé… estoy pensando cambiarme o cursar otra carrera los fines de semana — afirmó.
—¿En qué año estás? — consulté en tono curioso.
—Segundo. ¿Y vos? — dijo.
—Ya casi terminando. En último año del curso — exclamé.
—¡Wow! Eres un crack. ¿Qué se siente? — dijo.
—Pues…nada. Me siento feliz y triste. Es una mezcla rara de emociones — afirmé en tono suave.
—¿Por qué? — criticó.
—Tengo temor de enfrentar una realidad con el 95% nivel de confianza; el desempleo. Es grato saber que estás a un paso de graduarte, pero es crítico reconocer que es muy posible no encontrar trabajo. Situación que no ayudaría a mi familia, mucho menos a mí — argumenté.
—Entiendo brother — contestó con cierta empatía y mirada baja.
—Y vos… ¿Por qué piensas cambiar de carrera? —cuestioné.
—Siento que no es lo mío. No hay feeling. Estudié eso porque mis padres lo deseaban. Además, ellos son contadores y auditores. Si notaban mi rechazo, hoy seguirían decepcionado — manifestó.
—Comprendo. ¿Por qué no intentas hablar con ellos? Trata de explicarles las cosas al detalle. Quizás lo acepten y te apoyen — dije, muy convencido de mis palabras.
—No estoy seguro. Probablemente un día lo haga, pero hoy no me siento capaz — afirmó.
—Esta bien. Solo te digo que no es correcto postergar lo inevitable. Tarde o temprano lo harás. Es mejor dedicarse, cuanto antes, a lo que te provoca pasión, lo que realmente desearías hacer y en lo que crees que a futuro será tu profesión — dije.
—Tienes razón. Y… ¿cuál es tu pasión? ¿qué te gustaría estudiar después de finalizar la ingeniería? No acepto un “ya no seguiré estudiando”. Tienes futuro chaval — cuestionó.
—Claro que continuaré con mis estudios. Primero, pienso conseguir un trabajo y después, estudiar psicología. Me atrae demasiado estudiar a las personas, conductas y patrones. Creo que será mi segunda carrera, si Dios lo permite — argumenté.
—¡Bien! Me gusta conversar con personas así, seguras y realizadas. Pues te deseo lo mejor y éxitos en tus metas — dijo.
—¡Muchas gracias! Igualmente. Me caíste bien — exclamé con gesto de agradecimiento.
—Ya somo dos. ¡Oh! Ya se me hizo tarde — dijo en tono fuerte mientras veía el reloj.
—Si. ¡Que rápido se fue el tiempo! — afirmé, confirmando la hora.
—¿Te gustan las fiestas? — preguntó.
—Si y no. Es decir, me gusta asistir, pero no bailo. Tampoco bebo licor — respondí.
—¿Cómo así? ¿A qué vas? No importa… te invito a la de hoy. Hay te envío la dirección, solo pásame tu contacto — dijo, al principio con tono irónico y luego normal.
—¡Listo! Nos vemos brother — manifesté.
—Dale. Cuídate — afirmó, despidiéndose con un choque de puño.
Comments