¡Que extraño! El periódico de hoy no está en el césped. ¿El cartero no vino en su bicicleta anticorrosiva y ruidosa como siempre lo hace? ¿o un pinche vecino que justo estoy viendo ahora, con la sonrisa hipócrita y su pijama pasada de moda, se atrevió a robar el mío? Mmmm… sospechoso. Él nunca se levanta temprano, ¿por qué lo hizo hoy? No importa, ya llegará mi oportunidad para vengarme de tal hecho abominable y pedante.
Decido salir para comprobar. La puerta suena horrible, como si las bisagras tuvieran demasiado sarro. ¿Qué es ese olor? ¡Que hedor mortal! Camino hacia el correo, cubriéndome la nariz o tratando de no respirar. ¡Ya no soporto! Al fin llego y bajo la palanca del buzón. ¿Qué es esto? No lo puedo creer. ¿Quién habrá cometido tal atrocidad? Hay un gato muerto y no solo muerto, sino crucificado. Y todavía tuvieron el descaro de dejar una nota: ¡CUIDADO CON LO QUE HACES! ¿Será esto una amenaza o una broma? Si fue una broma, es de mal gusto, eso no se hace. Esperen… ¿y el vecino? Ya no está… era de esperarse. Llamaré a la policía.
Regreso de inmediato adentro y dejo intacto la escena del crimen, busco el teléfono con desesperación y con los nervios en su pico de máxima actividad. ¡CARAJOS! ¿Dónde está el bendito teléfono? Ahh… ya sé. Me dirijo hacia el sofá, busco en medio de los respaldares, meto mi mano y toco un pedazo de metal, saco mi mano y no es el celular, son las llaves que había perdido al otro día, las aviento en la mesita del centro. Nuevamente, meto mi mano y por fin, encuentro el bendito teléfono. Ya no vuelvo a dormir en este sillón mal oliente y cuasi antiguo. Es como un agujero negro, todo atrae y las cosas no aparecen.
Antes de marcar el número de la estación, veo un Gmail como primera notificación. ¿Por qué el remitente soy yo? ¿Es posible que ayer, entre tantos tragos y hierba, enviara un correo a mi mismo? Odio las lagunas mentales, todo desaparece durante un lapso de tiempo. No recuerdo haberme enviado un correo. Espera… ¿Por qué tiene la misma nota del buzón? ¡CUIDADO CON LO QUE HACES! Esto si debería estar en los correos no deseados. ¿Y ahora? ¿Qué hago? Ya estoy muy asustado. Las manos tiemblan. Mi cuerpo no responde. Dejo caerme sobre el sillón y espero a que pase el tiempo.
Minutos mas tardes, cojo el teléfono y le llamo a mi hermana, le cuento lo sucedido y se aterra. Inmediatamente llegó asistirme. Me preparó un tecito verde para los nervios. Y fue ella quien terminó llamando a la policía. El cuerpo policial tardó varias horas en acudir a nuestro aviso. Realizaron preguntas protocolarias, les conté mi versión de la historia y les di el nombre del posible sospechoso, el engreído y fastidioso vecino. Ya habíamos tenido problemas de convivencia desde hace tiempo, muy atrás, quizás dos años o menos.
La policía intentó mostrar interés por el caso, pero no lo hicieron. Dijeron que el caso no representaba una prioridad para ellos y, que posiblemente, se debía a una broma pesada. Pero… ¿y el gatito? ¿Acaso no merece justicia? Es horrible como la sociedad trata a los animales, quienes también, pertenecen al reino animal. Los gatitos poseen alma. Merecen respeto, amor y empatía. —No te preocupes gatito, te realizaré un digno funeral —le dije, en tono suave y con todo el dolor del mundo.
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