Toda mi vida ha sido un duelo. Primero, inconsciente de la mentira disfrazada de la realidad; luego, consciente de la inevitable verdad y postergada durante algunos años, sin razón alguna, únicamente con la excusa de buscar una justificación en los rincones de mi barrio, de la casa o del tacto ante los demás.
El viento desenfrenado agazapaba mi mejilla izquierda, o quizás la derecha, cuando la brisa sin gravedad se dignaba a caer sobre el suelo polvoso, y a veces con cráteres, que las gotas al cabo de un tiempo insistían en cavar con una azada; tierra de antaño que nadie había querido cavar con el peso de su nomenclatura. Lo cierto que no era tan obvio en ese entonces, es que la magnitud del valor absoluto lo consideraba relativo. Creí que sería fuerte, valiente, capaz de soportar los secretos que mi tumba enterraba con desdén, una y otra vez.
Duele sentir el sentido de no pertenencia a tu primera verdad, a la segunda y a la tercera muy reciente, a ninguna de ellas, pero duele más, mucho más, sentir que tampoco lo serás mañana. El sentido de no pertenencia me convierte en vagabundo, y no tan distante al que deambula por las calles sin techo, o quizás tan diferente al que no es hipócrita con su estado cero, ni siquiera con aquel individuo que muestra sin evidencia rebuscada la síntesis de su vida. Ellos con congruentes y correspondientes con la suma de sus años. Mientras que, por mi parte y según desde mi perspectiva, tengo que fingir ante un puñado de gente que no poseo alma; que el cáncer social diagnosticado por los secretos sin títulos ha devorado mi piel, poco a poco; que las expectativas han sufrido decepción y han moldeado mi rostro, hasta ese punto, donde no se logra sentir nada en compañía y sentir mucho en soledad. Todo eso y más.
Estoy cansado de existir. Cansado de estar despierto cuando se oculta el ocaso y dormido cuando se asoma. Cansado de sobrevivir ante burbujas ajenas que demandan expectativas y no ofertan realidad. Cansado de decepcionar mis instantes de euforia por el duelo de la gente. Cansado de acudir a reuniones familiares sabiendo que me trataran como un extraño. Cansado de mendigar amor ante personas indiferentes. Incluso, ya me cansé de ser una persona obcecada. En fin, cansado de estar cansado.
Por el momento, no hay punto de equilibrio en el mercado de la vida. La disyuntiva entre tiempo y dinero no agudiza en el presente. Hay tanto excedente por sentirme esclavo del sistema que no compensa la ausencia del valor. Hay tanta escasez en mi alma que asisto a su funeral todos los días.
Comments