Hoy se cumplen cinco años desde ese momento. Día en que mi hijo me presentó a su nuevo nieto. Nunca le encontré un parecido o quizás nunca lo acepté. Creo que fui cruel, realmente no lo sé. Poseo un carácter fuerte debido a las múltiples adversidades de la vida. A un paso de decir adiós, considero que la suma de experiencias moldea tu personalidad. Mi nieto, antes vivía conmigo, ahora se fue de casa. Supongo que mi trato bordó los limites de su tolerancia.
Todo comenzó en aquella navidad, misteriosa y poco habitual. Toda la familia se sorprendió con la noticia del nuevo integrante. Aún más, si se trataba de un nuevo nieto y descendiente del hijo, que se supone era el más tímido y responsable. Muchas interrogantes inundaron mi mente, solo deseaba conocer las respuestas. Llamé a mi hijo, curiosa ante la inesperada realidad, y me encontré que su inocencia era muy notable. Me dijo que desconocía su existencia porque la mamá jamás le informó. Así que, lo conocimos a los 17 años.
Mi hijo decidió apoyarle en sus estudios intentando de recompensar su ignorancia. La aceptación hacia él, fue inmediata y extraña. No estuve de acuerdo, mucho menos, si no había una prueba de ADN que confirmara el parentesco. Pero al resto le parecía evidente la semejanza. Me parecía extraño su origen, porque en esa época, su mamá trabajaba para nosotros y mi hijo estaba en último año de la universidad.
En fin, el tiempo avanzó y ese chavalo tenía que asistir a clases universitarias. Mi hijo me pidió que le brindara hospitalidad y que me iba ayudar con la mensualidad. No decliné la oferta como favor a mi hijo. Además, era el único que me apoyaba con algunos gastos. Su situación económica era estable a causa del éxito en sus ideas emprendedoras. Por tanto, no representaba un reto sustentar a alguien que lo necesitaba. Mi hijo y yo, elegimos darle el cuarto de huésped.
Ese chico, era raro y poco hábil en las conversaciones. Las palabras se le tenían que sacar con cucharas. Todos los días le asignaba tareas o quehaceres del hogar. Si deseaba tener un techo, es lógico que aporte. Pues no me tocó enseñarle cosas como barrer, trapear o cocinar; al parecer, alguien más lo había hecho. Asimismo, yo era demasiado estricta con el ahorro respecto al consumo de energía, inclusive lo sigo siendo. Por ello, le establecí limites de tiempo con el uso de dispositivos, ya sea la computadora o el celular, aunque se tratase para estudiar. Recuerdo que muchas veces le apagué la luz de su cuarto. Él se acostaba muy noche.
En segundo año de convivencia, su mamá vino a visitarle. Aproveché para expresarle que su hijo era tequioso con el tema de la comida y que su cuarto lo conservaba en mal estado y desordenado. Su mamá, con rostro de disgusto, le ordenó que fuese a limpiar la habitación. También le dije que ejerciera presión al papá con la prueba de ADN. Esa mujer se alteró. Lo pude notar a través de sus ojos. Se retiró educadamente… pero internamente inestable.
Le exigí a mi hijo la prueba de sangre, constantemente. Su respuesta fidedigna, en todas las ocasiones; inventar una excusa. Sigo sin aclarar la razón de esa excusa o el motivo de la evasión. Después de tantas críticas, mezquindad y humillación; el joven intentó mudarse sin éxito. Su papá no coincidió con ese deseo. Sin embargo, nuestra convivencia fue temporal. No me arrepiento ser la autora de ese episodio gris. Le mostré que la vida no es fácil, que todo tiene un costo de oportunidad, y que para aprender a torturar tenemos que sufrir.
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