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Rebobinar

Foto del escritor: Evan´s DarwinEvan´s Darwin

Eran las once de la mañana, aún estaba en la cama, con los párpados pesados, con una grandísima pereza, procrastinando lo inevitable, cuando recibió la llamada de su amiga —Sofía Gómez—, quién lo invitó a salir por la tarde.


—Hola. ¿Cómo estás Juan? ¿Qué haces? —preguntó, en tono acelerado como si alguien le estuviera reclamando el saldo.

—¿Quién habla? —contestó, entre un vaivén de bostezos y desánimos.

Pues había cogido el teléfono sin observar quien interrumpía tal santuario, tal ritual, esa perfecta armonía entre el ser y no ser.

—Uhhh… ¿no tienes guardado mi número? No importa, ¿Qué harás hoy por la tarde?

—¿Eres tú, Sofía? —cuestionó y luego lo confirmó en la pantalla de su teléfono.

—Pues obvio. ¿Quién más?

—Mmmm… supongo que nada. No he revisado la agenda. Pero creo que no tengo nada por la tarde. ¿Por qué?

—¿Conociste a Max? El muchacho que me gustaba en la universidad, pues iremos a patinar al parque. ¿Te quieres unir? Veré si alguien más se nos suma.

—Ahhh... si. Sólo una vez lo vi, ya ha pasado un montón de tiempo. Me leíste la mente, estoy super aburrido y, creo que no es mala idea ir a patinar. Aunque confieso que no tengo experiencia. Probablemente sea el hazme reír de la tarde.

—No te preocupes. Para todos será la primera vez. No eres el único.


Colgó la llamada y Juan, seguía sin querer dejar esas sábanas cuadriculadas, continuó durmiendo. La alarma sonó dos horas después. Una y otra vez. Era un bucle infinito. En fin, Juan se levantó casi al límite de la hora indicada. Se vistió con lo primero que encontró en el closet. Guardó un poco de dinero en sus bolsillos y salió rumbo al primer destino.


Estando en la parada de bus, Juan saludó al resto de invitados y decidió, como todos, esperar pacientemente la ruta 110, y deseando en el durante que no pasara con demasiados pasajeros. Insatisfactorio deseo. La primera ruta que pasó no se detuvo. Por tanto, tuvieron que seguir esperando, bajo la temperatura del sol, de ese pedazo de mármol que generaba calor y más calor. Abordaron la ruta, pasado un tiempo y se ubicaron cerca de la puerta trasera de la unidad de transporte.


Sin embargo, lo ridículo vendría minutos más tardes. Justo cuando la ruta estaba arribando a la parada donde tienen que descender, la puerta trasera se abre como aviso de llegada, pero al parecer Juan no calculó o no se percató que la ruta no se había detenido por completo. Entonces, Juan puso su pie derecho sobre la superficie y después el otro, pero el movimiento hizo que el cuerpo diera dos vueltas, de inmediato, frente a la multitud, algunos se asustaron y trataron de acudir, pero la mayoría se estaba burlando, en carcajadas excéntricas, igual que sus amigos. Juan, en su mundo alterno, creyó que nadie lo había visto, sin testigos ante la escena ridiculizada por la torpeza, decidió levantarse rápido y seguir caminando como si nada hubiese sucedido. No tardó en rebobinar ese recuerdo en su mente, durante los próximos pasos. No tuvo otro remedio que sumarse a la burla. Sus amigos no paraban de reír, y sus risas eran contagiosas. Sin duda, ese evento les hizo la tarde.


Hasta la fecha, en la mayoría de paseos, Sofía le menciona a Juan esa metida de patas. Juntos gozan.

 
 
 

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